PREGUNTA IMPORTANTE... Si un pastor cae en un pecado de inmoralidad sexual (dígase adulterio), ¿cómo procedemos en materia de disciplina? ¿Puede seguir ejerciendo el oficio?
Nuestra visión del pastorado es la de un equipo ya que a eso apunta el modelo colegiado del presbiterio que vemos era la experiencia de la Iglesia primitiva. De esta forma, al ser colegiado, si uno de los miembros cae en pecado, puede ser disciplinado por los demás, mientras la congregación no se desequilibra ya que hay otros pastores trabajando en conjunto para mantener la administración. Por supuesto que, en esos casos se debe proceder con total sutileza y amor cristiano, de tal modo que no se desprecie al hermano caído, si está arrepentido de su acto, no divulgar su pecado (si este no es de dominio público) ya que el fin de toda disciplina es la restauración. Si por casualidad, él no se arrepiente pese a ser confrontado en privado, que se aplique el método aconsejado por Cristo en Mt. 18.15-18. En ese sentido, no puede ejercer el oficio puesto que es un inconverso que se creyó cristiano (un gentil o publicano). Pero si realmente era un creyente, y se arrepiente, que pase su proceso de restauración, con respeto de su persona, familia y llamado. Y que sea reinsertado en el oficio pastoral, después de haber sido restaurado y tras enmendar su pecado. Dios es misericordioso, por ende nosotros debemos serlo también. Porque nuestro llamado es a considerarnos a nosotros mismos en casos así, ya que no somos inmunes de pasar por esa situación. Dios nos libre. Finalmente, creo muy bien que el sello del ministerio, mencionado en 2 Tim. 2.19 es dicotómico: “Conoce el Señor a los que son suyos (Llamado) y Apártese de iniquidad todo aquel que invoque el nombre del Señor (Santidad)”. De modo que si está uno y falla el otro, habría con tradicción inmediata. Pero si tal cosa aconteciera, siempre existe la posibilidad de restauración al oficio cuando aquel que cayó, se aparta de iniquidad. Y esto porque, pese a su caída, el primer punto sigue vigente: Conoce el Señor a los que son suyos. Es decir, su llamado ministerial sigue allí. Solo esperemos que, por razón de este último, pueda cumplir con lo segundo, aunque sea en otra congregación. (Tomado del libro El Teólogo Responde (2023), de Néstor Díaz, pp. 266-267)
Nuestra visión del pastorado es la de un equipo ya que a eso apunta el modelo colegiado del presbiterio que vemos era la experiencia de la Iglesia primitiva. De esta forma, al ser colegiado, si uno de los miembros cae en pecado, puede ser disciplinado por los demás, mientras la congregación no se desequilibra ya que hay otros pastores trabajando en conjunto para mantener la administración. Por supuesto que, en esos casos se debe proceder con total sutileza y amor cristiano, de tal modo que no se desprecie al hermano caído, si está arrepentido de su acto, no divulgar su pecado (si este no es de dominio público) ya que el fin de toda disciplina es la restauración. Si por casualidad, él no se arrepiente pese a ser confrontado en privado, que se aplique el método aconsejado por Cristo en Mt. 18.15-18. En ese sentido, no puede ejercer el oficio puesto que es un inconverso que se creyó cristiano (un gentil o publicano). Pero si realmente era un creyente, y se arrepiente, que pase su proceso de restauración, con respeto de su persona, familia y llamado. Y que sea reinsertado en el oficio pastoral, después de haber sido restaurado y tras enmendar su pecado. Dios es misericordioso, por ende nosotros debemos serlo también. Porque nuestro llamado es a considerarnos a nosotros mismos en casos así, ya que no somos inmunes de pasar por esa situación. Dios nos libre. Finalmente, creo muy bien que el sello del ministerio, mencionado en 2 Tim. 2.19 es dicotómico: “Conoce el Señor a los que son suyos (Llamado) y Apártese de iniquidad todo aquel que invoque el nombre del Señor (Santidad)”. De modo que si está uno y falla el otro, habría con tradicción inmediata. Pero si tal cosa aconteciera, siempre existe la posibilidad de restauración al oficio cuando aquel que cayó, se aparta de iniquidad. Y esto porque, pese a su caída, el primer punto sigue vigente: Conoce el Señor a los que son suyos. Es decir, su llamado ministerial sigue allí. Solo esperemos que, por razón de este último, pueda cumplir con lo segundo, aunque sea en otra congregación. (Tomado del libro El Teólogo Responde (2023), de Néstor Díaz, pp. 266-267)