Cómo sabrán, Disney es un asco. Su declive ya es más y más evidente. Fracaso tras fracaso en las producciones han abierto un enorme agujero en sus cuentas, donde se les filtran millones. La pérdida es irreparable por lo cual han reprogramado muchos de sus estrenos. Y la situación no sólo radica en el hecho de que hayan destruido franquicias queridas debido a su ideología woke (y sí, hablo de Star Wars, Indiana Jones y Marvel), sino que (cual Boomerang), han acabado con aquellas historias que una vez los hicieron grandes. Primero le pasó con Jazmín, la princesa de Aladdin (2019), a quien convirtieron en una mujer empoderada con el discurso típico de la feminista oprimida (algo parecido a la Cenicienta de Sony (2021) rechazando al príncipe ya que no desea cambiar la prisión de su casa por la del palacio, sin mencionar la disparatada versión ¨Billy Porter¨ del hada madrina en la película de Sony); también vino La Bella y la Bestia (2017), dónde la promoción LGBTIQ+ fue descarada; después la Sirenita (2023), forzando la inclusión hasta llegar al ridículo; y tras ello, Peter Pan y Wendy (2023), un fracaso colosal que nadie se dispuso a ver. Ahora le había llegado el turno a Blancanieves (2024), el clásico de los 30 que los colocó en el radar. Aquí Disney cometió error tras error, ya que tardaba en aprender de sus equívocos. Primero, intentando forzar una inclusión ficticia puesto que su reparto original para los 7 enanitos era más parecido a la bazofia de las hermanas de Ariel, la "Sinegrita", que a los verdaderos personajes de la historia. Y cuando la crítica les venció, en vez de procurar colocar enanos reales, prefirieron reemplazarlos por figuras creadas en CGI (bendita inclusión que a nadie incluye), como si no aprendieran de su fracaso con Pinocho (2022), película en la que abusaron de esa técnica, sólo para ser vencida en taquilla y premiación por el tradicional stop motion del Pinocho (2022) dirigido por Guillermo del Toro (ay, era mejor que apostaran por su estilo documental en esa basura sin emociones que fue su Rey León, 2019). Lo segundo fue su actriz principal. Rachel Zegler tenía demasiada calle para ser esa dulce Blancanieves que de inocente tenía lo que Zegler de z*#%@ (recuerden que la Blancanieves de los 30 oraba antes de dormir). Y no solo esto, sino que su rival, la malvada madrastra, era interpretada por la bellísima Gal Gadot, lo cual nos generaba la interrogante de cuál sería la decisión del "Espejito, espejito" cuando actuase como jurado en un concurso de belleza (en qué cabeza cabe poner a combatir estéticamente a Gal con la pobre de Zegler, si en lo único que podrían echarse a los puños es en cuanto al conflicto Israel-Palestina). Y es que Zegler no sólo se llevaba mal con su antagonista en la ficción sino que también tenía duras críticas del clásico original y su visión distorsionada del "acosador weird"...ejem...el príncipe azul. Tercero, el rechazo externo. El trailer del film ganó la atención del público, sí...pero en dislikes. Más de 800,000 no me gusta encendieron las alarmas y por vez primera (hablo hiperbolicamente) el Ratón le hizo caso a la audiencia (tanta guita perdida debe hacerte reflexionar alguna vez, ¿verdad?). Por tal razón, retrasaron la peli un año más (2025, así como hicieron con su otro nuevo fracaso "Capitán América 4") y buscando un chivo expiatorio, despidieron a la Zegler que ahora se halla "dada al pecado", rompiendo trastes mientras exige "money, please", o amenaza con llevarlos a los tribunales. La cosa, amigos míos, está que arde como color de hormiga caribe, y mientras todo esto sucede y acontece, en el mundo de garroteros y protestantes Alarcón arma un debate más fingido que los gritos de actriz nopor; Sacroespantum tilda de sectario a pastor que cree en los milagros olvidándose que la ICAR también es continuista; a Max Roper lo vapulea Osman en su propio terreno; a sacerdote ortodoxo lo desmienten por ignorar el término Sola Scriptura; Christian Izquierdo anuncia un retiro temporal de las redes y Santiago Católico le dedica una canción al amor de su vida, Néstor Diaz, buscando desesperadamente llamar su atención. Y el cotilleo pica, y se extiende. 